El radiador de un vehículo, ya sea industrial, camión o un turismo particular, es mucho más delicado de lo que parece y no siempre se le hace todo el caso que necesita. Al estar situado en una zona relativamente desprotegida, el radiador está sujeto a recibir el impacto de pequeñas piedras, insectos o materiales metálicos o plásticos que se acumulan sobre el asfalto de la carretera. Por este motivo, antes de realizar un viaje o un desplazamiento largo, los expertos recomiendas revisar visualmente el radiador para descartar que hayan grietas o fugas y también para retirar cualquier elemento (generalmente hojas o restos de insectos) que obstaculicen su correcto funcionamiento y la entra del aire. También se considera un buen momento para hacer una pequeña revisión al radiador el momento en el que se lave o limpie la carrocería del vehículo .
También se recomienda recomienda reemplazar el líquido anticongelante al menos una vez cada dos años, además de ir reponiéndolo periódicamente. En ningún caso es recomendable sustituir el anticongelante por agua para rellenar el depósito (ni siquiera en verano) ya que podría corroerse el radiador.
Una anécdota que ilustra la importancia de los radiadores es la que le ocurrió al conductor finés de un Ford Anglia de 1967 (el de la foto) que hace 40 años lo abandonó en un remoto bosque de Finlandia simplemente porque el radiador tenía fugas y el motor se había gripado. En un principio, el dueño del Anglia pensó en volver a recuperar el automóvil, ya que la avería no era muy grave pero lo fue posponiendo y posponiendo hasta que se olvidó. Pero lo divertido del caso es que hace unos meses, el propietario del Ford recordó el incidente y , acompañado de su hijo, decidió ir en busca del coche. Lo gracioso del caso es que lo encontró exactamente en el mismo lugar donde lo abandonó cuatro décadas antes y (lo más sorprendente) prácticamente intacto. Nadie se le había llevado ni una sola pieza.
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